A casi dos semanas para realizarse las elecciones de alcaldes, concejales, gobernadores y consejeros regionales, e integrantes para la Convención Constitucional; la situación crítica que atraviesa nuestra tierra plantea la inquietud sobre la conveniencia de efectuarlas los días 10 y 11 de abril, o bien prorrogarlas al menos en 2 o 3 meses, hasta que la cantidad de contagios y el uso de “camas críticas” se reduzca considerablemente. Sin embargo, desde el gobierno y ciertas organizaciones políticas, se mantiene, con cierta porfía, la inamovilidad de las fechas, aduciendo razones de lo más cuestionables.
La publicación de los afiches de convocatoria elaborados por la Coordinadora Feminista 8M generó diversas reacciones, principalmente enfocadas en lo que, algunas, consideran la eliminación de la mujer del que es, precisamente, día de conmemoración. Si bien este cuestionamiento no es nuevo, ha ido tomando fuerza en los últimos años; resultando evidente desde las convocatorias de 2020, centradas en “ampliar” el feminismo a otras áreas, tales como la lucha antirracista, anticapitalista, transfeminista, lesbofeminista, sexo-disidente, plurinacional, anticarcelaria, migrante, transfronteriza, antinegacionista, antiextractivista, etc., lo cual, legítimamente, obliga a preguntarnos qué papel tenemos las mujeres en todo esto.
Este viernes 30 de octubre, en la Novena Región, y tras ser atacado en una emboscada, falleció el Cabo 2do. de Carabineros, Eugenio Nain Caniumil, de 24 años. La difusión de la noticia (primero gravemente herido, luego fallecido), tomó apenas unos minutos y, desde el primer momento, sectores reaccionarios y declarados abiertamente anti mapuche, no tardaron en responsabilizar de los hechos a la familia que, desde agosto, ocupaba pacíficamente el predio “Quinta Ritz”, en oposición al proyecto de transmisión Nueva Metrenco-Enlace Imperial, de 2x66 kV, que busca construir y operar Besalco, en las comunas de Padre Las Casas, Temuco, Freire y Nueva Imperial, provincia de Cautín. ¿Responsables?
Los resultados ya están a la vista, y mientras el cadáver se enfría, es necesario revisar lo que sigue a este proceso. No sólo en tanto procedimiento constituyente, sino también al proceso político general; aquel que se inició como un estallido y devino revuelta popular, sacudiendo el polvo que cubre la política partidista e incomodando a muchas personas. Sobre todo, a quienes han procurado mantener un statu quo por la paz pactada o por la espada.
Después de casi 50 años uno pudiese esperar que la oligarquía chilena, sí, la oligarquía, hubiese desarrollado una capacidad de análisis crítico que le permitiese proyectarse en la institucionalidad del país de una manera duradera y segura, empero, no fue así. Refocilada en los pingües beneficios que le reporta el sistema neoliberal totalitario de mercado, impuesto a sangre y fuego, y que “institucionalizó” con la Constitución de 1980.