El año 2014, el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en coordinación con el Ministerio de la Mujer (MMEG) creó la Subcomisión de Estadísticas de Género, para “[integrar] la perspectiva de género en la producción estadística para visibilizar las desigualdades de género y necesidades de las mujeres”; sin embargo, la información recopilada, además de desactualizada, no contempla otras áreas relevantes respecto de nosotras ni son útiles para una comprensión cabal de lo que ocurre en Chile. Cualquier diseño político, y especialmente nuestro proyecto de nación y propuesta de Estado de Comunidad Nacional, debe partir de la mujer en concreto, no una mera abstracción y menos su negación.
Entre el “Acuerdo por la paz social y la nueva constitución” y el “Acuerdo por Chile”, no sólo hay tres años de diferencia: un contexto político distinto, un contundente rechazo a la propuesta de nueva constitución elaborada por la Convención Constitucional, sumado a los efectos de la crisis sanitaria y una crisis económica que dista de darse por superada han tornado al “proceso constituyente” en una cuestión irrelevante para la realidad cotidiana de nuestros compatriotas. Y si bien el acuerdo de noviembre de 2019 surgió de los propios partidos políticos y la plutocracia, ¿qué hace tan diferente este nuevo y por qué las expectativas sobre el mismo son bajísimas?
Las múltiples y diversas convocatorias a propósito de los tres años desde aquel 18 de octubre de 2019, han contenido una idea común: “repetir lo de octubre”. Pero, ¿qué significa eso exactamente? En un breve discurso, el actual presidente Gabriel Boric, sintetizó la pauta sobre cómo interpretar estos hechos: “El estallido no fue una revolución anticapitalista y tampoco, como han querido instalar en los últimos días, fue una pura ola de delincuencia. Fue una expresión de dolores y fracturas de nuestra sociedad”. ¿Es esto así? ¿Cómo interpretar los sucesos del último trimestre de 2019? ¿Es algo que se puede repetir?
En una entrevista matutina, el presidente Gabriel Boric, ante la consulta sobre el plan del gobierno ante el eventual triunfo del rechazo en el plebiscito del próximo 4 de septiembre, respondió: “tiene que haber un nuevo proceso constituyente”, añadiendo que “ese es el camino que decidió tomar Chile cuando votó el 25 de octubre en un plebiscito por una nueva constitución que sea redactada por un órgano 100% electo para ese fin”. Sus palabras no dejaron indiferente a nadie, generando reacciones tanto adversas como favorables en el oficialismo y todo el espectro político. ¿Estrategia política? ¿Error? Poco parece comprenderse del proceso político en curso.
Tras la algarabía y festejos por los resultados de la elección presidencial, es pertinente echar un vistazo mesurado de lo que ha sido este proceso electoral y determinar si, como han afirmado los distintos líderes de Apruebo Dignidad, triunfó la esperanza sobre el miedo. Pregunta para nada caprichosa, pues esta coalición electoral será puesta a prueba en los próximos meses, con un proceso constituyente en curso, sin mayoría en el Congreso, aglutinando una pluralidad contradictoria de agrupaciones políticas y militancia proveniente de la ex Concertación, todo lo cual podría tornar estos festejos en una mala resaca.