Uno de los recursos más conocidos para restringir la naturaleza real de la política es el reducirla a una forma de gestión para la superación de la pobreza, fenómeno que en Chile atraviesa a todas las corrientes políticas en el poder, así como a diversas instituciones culturales y religiosas. Evidentemente los nacionalsindicalistas estamos por dicho objetivo, pero dentro de una meta más amplia que es un orden social basado en la justicia social y la unidad nacional; por lo que nos preguntamos a que viene este fenómeno político-mediático de la “lucha contra la pobreza” y su impulso tan masivo en los últimos años, sobre todo considerando que los resultados efectivos en la materia dejan bastante que desear.
Con la muerte de Augusto Pinochet se inicia un proceso radiográfico de la sociedad chilena, proceso que, sin duda alguna, dejará patente la disociación entre lo que es la realidad concreta que ella vive y la realidad virtual que asume como vivida. Se impone la mala pasión por sobre la buena razón, lo subjetivo por sobre lo objetivo, lo banal por sobre lo esencial, la hojarasca del cinismo por sobre el sustrato de lo correcto y la verdad.
Qué pensarían en los mejores museos y casas de remate del mundo si se les dijera que en una pequeña e inocente nación de Sudamérica, apenas colgando en el mapa, existe un jarrón que fue robado de la casa del Presidente de la República y que dicho jarrón le costó al Estado la friolera de cien millones de verdes dólares?