“¡Mañana haremos historia!”;“¡Estamos haciendo historia!” son consignas habituales en política. Hoy, por ejemplo, las oímos con frecuencia en boca de quienes dicen defender la educación pública: los estudiantes. Basta una primera y veloz mirada para ver el gran designio que contienen con gran simplicidad; y para ver que ellas no llaman la atención por sí mismas. Parecen cualquier construcción a partir de palabras; pero, en realidad, no lo son.
La partitocracia ha comenzado su cuenta regresiva final... los partidos políticos NO REPRESENTAN A LA COMUNIDAD NACIONAL, no son necesarios para que la comunidad encuentre su camino de desarrollo social, político y económico. Los partidos políticos -y los politicastros que viven dentro de ellos- no son más que un lastre que impide la marcha hacia la forja de una nueva forma de Estado, un Estado que sea la expresión del orden natural de la sociedad, que realmente vele y fomente el desarrollo pleno de cada uno de sus miembros y de la comunidad toda.
Lo que Piñera denominó la nueva forma de gobernar todavía parece no marchar. Razones hay muchas, y entre ellas hay una de más de 8 grados Richter, pero hay un fenómeno nuevo en relación con los 20 años anteriores: La casi total desaparición de los aparatos partidarios del estrellato gubernativo, lo que no nos debe extrañar demasiado, considerando la mentalidad tecnocrática o latifundista de la derecha chilena, poco dada a las orgánicas políticas y a las discusiones ideológicas.
No fue sorpresa para el nacionalsindicalismo revolucionario el que Juan Pablo Arellano -democratacristiano, Presidente Ejecutivo de CODELCO- anunciase la intención de poner fin a la entrega del 10% de las utilidades de dicha empresa estatal al presupuesto de las FF.AA. Sólo pareció sorprender a un ministro de estado quien lo negó categóricamente, para que después, en horas de la tarde el gobierno de Michelle Bachelet hiciese el anuncio oficial de que un proyecto de ley sería enviado al Congreso para tales efectos. Eso sí, dejando en claro que “ya se había hablado con los Comandantes en Jefes de las instituciones de la defensa nacional”.
Uno de los recursos más conocidos para restringir la naturaleza real de la política es el reducirla a una forma de gestión para la superación de la pobreza, fenómeno que en Chile atraviesa a todas las corrientes políticas en el poder, así como a diversas instituciones culturales y religiosas. Evidentemente los nacionalsindicalistas estamos por dicho objetivo, pero dentro de una meta más amplia que es un orden social basado en la justicia social y la unidad nacional; por lo que nos preguntamos a que viene este fenómeno político-mediático de la “lucha contra la pobreza” y su impulso tan masivo en los últimos años, sobre todo considerando que los resultados efectivos en la materia dejan bastante que desear.