Con la muerte de Augusto Pinochet se inicia un proceso radiográfico de la sociedad chilena, proceso que, sin duda alguna, dejará patente la disociación entre lo que es la realidad concreta que ella vive y la realidad virtual que asume como vivida. Se impone la mala pasión por sobre la buena razón, lo subjetivo por sobre lo objetivo, lo banal por sobre lo esencial, la hojarasca del cinismo por sobre el sustrato de lo correcto y la verdad.
Los seudo buenos en jocosa algarabía por el seudo malo; los seudo malos en llorosa letanía por el seudo bueno… Todos tienen asumida las sin razones de sus verdades como absolutas y realizan públicos actos de fe sobre las mismas, es decir: no admiten discusión ni objeción alguna: La Verdad – así, con mayúscula- está con ellos y en ellos, y quien lo dude o lo impugne, será defenestrado desde el palacio real o desde el porteño templo de Karnak hacia la plaza pública en donde le espera la jauría autocomplaciente de una seudo democracia.
La autocomplacencia es síntoma de inconciencia y ésta, a su vez, el resultado de síndromes físicos, psíquicos y espirituales que van en detrimento del “conócete a ti mismo” y, que tienen como resultado final al “hombre masa”… que es materialista y consumista, que es escaso de luces y con la soberbia de la ignorancia, que no sabe lo que él es, empero, es arrogante de lo que tiene… más bien de lo que cree tener.
Autocomplacientes quienes ven sólo perfección en el gobierno militar y -entre bambalinas- no dejan de considerar el atropello a los derechos humanos como “un mal necesario” que permitió la “la paz social” que aseguró la “tranquilidad política” para establecer las bases del sistema de libre mercado como fundamento y objetivo de todo el accionar de la sociedad chilena. Si es así, entonces poca culpa tiene el general si se le compara con la de los genios que determinaron la secuencia del proceso total, del cual, hoy gozan los gananciales.
¿De qué es culpable el general? Es culpable -primero que todo- de su inconciencia histórica frente a lo que es una nación, no pudo comprender el entramado de pueblo-geografía-cultura y soberanía más allá de un errado concepto de la seguridad nacional al servicio de las oligarquías financieras. Le faltó visión de ESTADO y de NACIÓN, no fue más que la mano que esgrimió el báculo de un poder prestado y de lo cual nunca tuvo conciencia porque sus dotes de estadistas estaban muy por debajo de su admirado Franco y su acervo cultural muy por debajo de su denostado Perón.
Las culpas de sus “negocios verdes” ni siquiera valen la pena comentarlas, sólo es reflejo de sus falencias anteriores.
De su seudo nacionalismo no cabe más que decir que no se es nacionalista por ser anticomunista; no se es patriota por hablar de Patria ni se es nacionalista por hablar de nación… El nacionalismo -más aún el nacionalsindicalismo revolucionario- implica una doctrina, un estilo y un sentir la vida en base a un orden ético y moral que están al servicio del bien común de la nación.
Por su parte, los seudo buenos muestran las bondades de sus espíritus democráticos en sus ojos enrojecidos por el odio y sus bocas espumosas de la diatriba y el insulto. En su inconciencia no logran captar -ni mucho menos entender- que también celebran la muerte de sus propias conciencias… Se auto complacen en su odio, pero: ¿Qué odiaran ahora? Respuesta fácil, todo lo que ellos no tengan ni puedan poseer: la inteligencia, que es reemplazada por el subjetivismo del idiota; la cultura, que es reemplazada por la soberbia del ignorante; la nación como ente social, que es reemplaza por el país disperso en un individualismo feroz; la moral valórica, que es reemplazada por una moral formal y el bien común que es reemplazado por el interés de mercado.
No es que Pinochet representase lo positivo del ser humano, sólo decimos que ahora sus detractores se verán enfrentados a su propia realidad al desaparecer el “distractor” de sus propias mediocridades. En Palacio lamentarán su ausencia y deberán buscar otra cortina para tapar el forado de la corrupción que el neo democratismo liberal/socialista le ha hecho al sistema institucional chileno. En el porteño templo de Karnak, los honorables deberán impostar nuevos discursos para el mercado electoral e inventar lo imposible para cubrir sus falencias legislativas… si por casualidad se aparecen por allá.
Después de 33 años, no estamos mejor que el 73… sino que peor, sólo que el maquillaje es más grueso. Se sigue concentrando la propiedad del capital y de los bienes de producción; la propiedad estatal -la de todos los chilenos- sigue disminuyendo en favor de la plutocracia chilena y las transnacionales; la seguridad social tambalea al ritmo de las especulaciones financieras; la educación es un muy mal chiste iniciado por Ricardo Lagos, al igual que el mop-gatismo institucionalizado; la diferencia de poder adquisitivo entre ricos y pobres se agranda y no tiene visos de que vaya a revertir a favor de los más desposeídos; hace 33 años "se tenía poco pero se era libre", hoy seguimos teniendo poco pero estamos hipotecados con los señores del dinero…
¿Qué se murió Pinochet! ¡Qué bueno, a ver si así ahora la clase política -que se cree reserva moral de la patria- se dedica a tiempo completo a remover “la hojarasca” que enunciamos en el párrafo anterior…!