Los políticos profesionales apelan siempre a la “soberanía del pueblo” como fundamento último de todas sus acciones, buenas o malas (últimamente más malas), queriendo hacernos creer que sus decisiones son fiel expresión de la voluntad de las grandes mayorías. La simple observación de los hechos, nos demuestra que dicha aseveración no es más que una patraña, pero el problema no se encuentra ahí, sino en hallar una nueva forma de gestión de la sociedad que garantice la representación y participación de todos, por un lado, y la administración eficiente, por otro.
Nuestra proposición se basa en el poder real de las comunidades sociales y económicas organizadas, en la autogestión del vecino, del estudiante, del trabajador.
Normalmente, el concepto de autogestión se asocia fácilmente a un anarquismo pocas veces explicado y nunca practicado por quienes se dicen anarquistas o autogestionarios. Para nosotros, la autogestión social, es un sistema político radicalmente opuesto a la dictadura de los partidos y de los poderes financieros, que debe surgir de un proceso revolucionario impulsado por la misma base social.
¿Cómo funciona el sistema de la autogestión?
En la base se hallan los cuerpos sociales básicos en los cuales naturalmente se organizan las personas: las juntas de vecinos, centros de padres y de estudiantes, gremios de trabajadores y profesionales, etc. Estas organizaciones discuten sus problemas fundamentales, toman decisiones sobre los mismos y eligen representantes de la organización vinculados por el mandato de quienes los eligieron, por lo que son esencialmente revocables.
Las representaciones de los diversos cuerpos sociales se reúnen en Consejos sectoriales locales (de educación, trabajo, industria) que tienen potestades sobre los asuntos que conocen, y todos los consejos sectoriales se reúnen en una Cámara local o comunal, como órgano superior de participación de la comunidad respectiva. De la misma forma deben existir consejos sectoriales regionales y nacionales, así como Cámaras regionales y un Congreso Nacional organizado sobre las mismas bases: representación sectorial y territorial, mandato imperativo y revocabilidad de los delegados, los Consejos y Cámaras toman las decisiones públicas más importantes sobre los problemas de su ámbito territorial o sectorial, actuando las Cámaras territoriales y el Congreso Nacional como coordinadores de los intereses gremiales contrapuestos. Los órganos representativos deben elegir un órgano de gestión administrativa permanente, encargado de sostener los servicios públicos esenciales de la comunidad: empresas públicas, policía y tribunales, escuelas, previsión social, etc.
Estos órganos de gobierno cotidiano -ya sea una sola persona con asesores o una comisión- deben gozar de una cierta autonomía para tomar las decisiones del día a día, pero están situados igualmente al control político de las asambleas, las cuales pueden revocar el mandato de dichos ejecutivos cuando cometan graves actos de corrupción, mala administración o que pongan en peligro la seguridad de la comunidad.
El sistema de autogestión social se basa en que las comunidades de vecinos y trabajadores pueden regir sus propios asuntos con autonomía mediante acuerdos entre los sectores interesados en la solución de problemas concretos; cuando éstos afectan a varias comunidades generando conflictos, interviene una instancia superior para zanjar el problema, sobre las mismas bases de participación activa de todos los involucrados, mediante el señalado mandato imperativo.
El sistema de autogestión se basa en el control permanente por la base social de la actividad de quienes ejercen funciones públicas: las organizaciones sociales y sindicales controlan la acción de sus delegados en Consejos y Cámaras, éstas controlan a su vez a los órganos ejecutivos, y todos éstos deben cumplir las normas generales de ordenación de la Comunidad Nacional, para lo cual deben existir órganos judiciales y de defensa popular, imprescindibles si se busca una convivencia sana entre personas siempre imperfectas.
Por lo anterior, hablar de autogestión es más que proponer la autonomía y democracia interna al interior de las organizaciones sociales: se trata de instaurar un orden político nuevo, que no es incompatible con la idea del Estado, como dice el anarquismo, ya que en nuestra visión el Estado no es más que la organización total de las comunidades territoriales y económico-profesionales que forman la Nación, una Confederación de comunas y gremios que requieren una dirección general para llevar a cabo las grandes tareas de desarrollo material y cultural del pueblo.
Evidentemente, se trata de un sistema que no le causaría mucha gracia a los señores de la clase política, empeñados en hacernos creer que necesitamos de su intermediación permanente para solucionar nuestros problemas. Ante sus mentiras y ficciones ideológicas, la juventud y los trabajadores deben levantar la bandera revolucionaria de la comunidad organizada y gestionada por sus propios miembros a través de los delegados, en un sistema que sólo se podrá implantar a través de un proceso de lucha constante de la comunidad organizada contra los dos bloques partidistas que monopolizan el poder político.
La organización autogestionaria de la Nación debe partir hoy mismo, teniendo como punto de partida la acción directa de la juventud organizada contra el Gobierno, la plutocracia y los partidos, creando estructuras participativas, pero que al mismo tiempo sean eficaces en su capacidad creadora de mayor poder social, ya que la tarea revolucionaria no consiste, como quisieran algunos, en armar revueltas y obtener simples ventajas egoístas a costa del resto de los chilenos, sino de construir un nuevo mecanismo político donde los cuerpos sociales de la nación -expresión auténtica de la realidad nacional- serán las células básicas del Estado dirigiendo la acción de los órganos de poder y controlando que los objetivos de desarrollo fijados por ellos se cumplan a nivel local y nacional.
¡Contra los poderosos del dinero y sus parásitos de la clase política! ¡Por el Estado de todos los chilenos! ¡Por la democracia nacionalsindicalista!