La legitimidad de un régimen político es una realidad histórica consistente en la aceptación nacional de un sistema en armonía con las exigencias del presente, el sustrato de la tradición y con una firme voluntad de ser hacia el futuro. La legitimidad de origen mira hacia el pasado. La legitimidad de ejercicio mira hacia el porvenir. La legalidad radica esencialmente en el presente.
Se acostumbra a identificar la idea de izquierda y derecha con los conceptos de lucha de clase y capitalismo, de trabajadores y empresarios, de progresismo y conservadurismo, de revolución e inmovilismo, de libertad y de opresión y de otras muchas más que se nos pueden quedar en el tintero. Desde el punto de vista filosófico, o si se quiere de los argumentos, podemos encontrar aquí la casi bicentenaria teoría dialéctica de Hegel: una tesis y una antítesis. Pero el proceso dialéctico en la teoría política actual ha quedado trunco.
El Partido de la flecha roja, de la Patria Joven y de la Revolución en Libertad es algo totalmente distinto de lo que concibieron sus fundadores. La Falange Nacional se basaba en un programa corporativo y patriótico que combatía la tendencia precapitalista del partido conservador, programa que fue ocultado tras la derrota del eje para no incomodar a una masa electoral que vivió la estigmatización de la idea corporativa. Luego se pasa a la idea comunitarista de la mano del ideólogo Jaime Castillo Velasco para terminar en el llamado socialismo comunitario, programa que fue a su vez abandonado definitivamente con el retorno a la democracia de partidos, pasando el que fue una vez movimiento de masas y juventud a una vil comparsa del nuevo maridaje de politiqueros, tecnócratas y oligarcas que han gobernado durante quince años.
Es nuestro afán que este debate se desarrolle y genere ideas, dentro de un marco de respeto por las personas y las instituciones, para así posibilitar la acción de interlocutores válidos en todos los ámbitos de nuestra cultura, no es posible llevar a la sociedad a cambios profundos si no se considera el estudio y el diálogo sereno con otras posiciones, por distantes y erradas que ellas nos parezcan. No sería correcto que asumiésemos la misma actitud de quienes hoy nos cierran las puertas a la participación, no se trata de que "la tortilla se vuelva" sino de que ella "alcance equitativamente para todos". Es verdad que la democracia hoy en día parece un cuento, pero ello no es culpa de ella. Veamos.