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Democracia Cristiana y Nacionalsindicalismo revolucionario

El Partido de la flecha roja, de la Patria Joven y de la Revolución en Libertad es algo totalmente distinto de lo que concibieron sus fundadores. La Falange Nacional se basaba en un programa corporativo y patriótico que combatía la tendencia precapitalista del partido conservador, programa que fue ocultado tras la derrota del eje para no incomodar a una masa electoral que vivió la estigmatización de la idea corporativa. Luego se pasa a la idea comunitarista de la mano del ideólogo Jaime Castillo Velasco para terminar en el llamado socialismo comunitario, programa que fue a su vez abandonado definitivamente con el retorno a la democracia de partidos, pasando el que fue una vez movimiento de masas y juventud a una vil comparsa del nuevo maridaje de politiqueros, tecnócratas y oligarcas que han gobernado durante quince años.

Eso ha llevado a que nadie del gran público entienda de que se trata la Democracia Cristiana (DC), cuales son sus marcas doctrinales y su estilo propio. Difícilmente se hallará otro país donde la expresión “humanismo cristiano” sea tan vacía y carente de sentido como en Chile, ya que gracias al manoseo descarado que la DC realizó del concepto, todos en Chile se sienten actualmente con derecho a proclamarse “humanistas cristianos” ¿Y acaso alguien se ha dado la molestia de precisar lo que es ser humanista cristiano y cuáles son sus visiones concretas para el cambio social, que supongan algo distinto al sistema imperante? Que nosotros sepamos, nadie.

El Nacionalsindicalismo Revolucionario sostiene que la DC solo pudo hallar el verdadero norte doctrinal y programático si hubiese asumido totalmente nuestro Doctrina de las Comunidades, el concepto de Nación y la Revolución del Ser que hemos proclamado durante más de 30 años. Para demostrar nuestra posición hemos recurrido a lo expresado en el folleto de formación “El Pensamiento de la Democracia Cristiana: Dimensiones del Socialismo Comunitario”, editado en 1973, y reeditado en 1987, en base a los trabajos de la Comisión Organizadora del III Congreso del PDC. Dejamos a un lado la narración de sus orígenes y sus conceptos filosóficos para centrarnos en el plano de las propuestas concretas que realizaron en la época.

DEFINICIÓN POLÍTICA: El folleto describe sucintamente las sociedades capitalista y marxista, así como la crítica hacia ambas como expresión de alineación y materialismo. El Marxismo es visto como un capitalismo de Estado, idea con la cual concordamos (“cambio de patrón no es revolución” se decía). Ante ello se levanta la democracia cristiana como un “movimiento revolucionario” de carácter alternativo a los dos modelos de sociedad que el Sistema nos impone. El Nacionalsindicalismo concuerda también en que la única solución es precisamente una vía que supere lo sistémico.

La DC se define como “revolucionaria”, en el sentido de reemplazar las estructuras sociales de manera profunda; “socialista”, al querer traspasar el poder de las clases opresoras al pueblo organizado, y “comunitaria”, al reconocer a la sociedad como un conjunto de comunidades menores en quienes reside el poder, siendo el Estado nada más que la expresión jurídica de la Comunidad Organizada. El Partido tiene como misión agrupar a quienes siguen su doctrina con el fin de realizar la “Revolución Chilena, Democrática y Popular”, para instaurar el Socialismo Comunitario.

Frene a las aspiraciones principales señaladas anteriormente, nada tiene que oponer en lo fundamental el Nacionalsindicalismo. Sin embargo, nota el error en que cae la DC desde un comienzo, al renunciar a cultivar y perfilar su identidad propia por acomodarse a la “fiebre socialista” de los años sesenta. Los matices ideológicos pueden ser claros para el teórico acucioso, pero no para la masa electoral que requiere claridad de parte de los proyectos políticos.

SISTEMA ECONÓMICO: La Economía Humanista debe servir a las necesidades del ser humano y debe promover la Participación de los Trabajadores en el sistema. Por ello debe primar el área social de la economía (no estatal) en que se constituya la propiedad comunitaria de los medios de producción y la autogestión de las empresas por los trabajadores, centralizando en el Estado lo menos posible, no precisándose cuáles son las áreas que deben quedar bajo control del poder estatal. Se critican los errores del sistema estatista, por su carecer dictatorial y su incapacidad para generar iniciativa personal y bienes de consumo. La propiedad social de medios de producción se justificaba por primar en estos casos el interés social sobre el individual, pero en realidad nos parece insuficiente ese argumento: las formas de propiedad se justifican de acuerdo a la función que cumplen dentro del orden comunitario y por ello pueden variar, reconociendo como formas básicas la personal, familiar, comunal y gremial. Los DC del setenta querían, al parecer, relegar la pequeña empresa privada a un lugar aislado, pasando por alto el hecho de que son precisamente las PYMES las que generan la mayor parte del empleo, y que quienes ejercen la explotación capitalista en su mayor grado no son precisamente dichas empresas.

La unidad básica de producción debe ser la Empresa de Trabajadores, la cual debe ser dirigida totalmente por los trabajadores a través de órganos democráticamente conformados, siendo el derecho a la autogestión fundamental para todo trabajador, sólo por su condición de tal. Los aportes de capital pueden venir del Estado, instituciones sociales o de los propios trabajadores, pero el dueño del capital tal como lo conocemos hoy deja de tener injerencia sobre la marcha de la producción. Los consejos obreros deciden los asuntos fundamentales y eligen a los órganos directivos; dentro de las facultades de dichos órganos está el repartir los ingresos entre de materias primas, impuestos, pago del capital aportado y remuneraciones a los trabajadores.

Los nacionalsindicalistas revolucionarios reconocemos la necesidad de que toda unidad productiva se convierta en una comunidad de trabajo, en que rija la participación en los beneficios y también en la dirección, y para ello existen muchas formas, desde el “estatuto social de le empresa” –también llamado “empresa integrada”- promovido por algunos nacionalistas en los años 70 hasta la autogestión de los trabajadores. Sin embargo, sabemos hacer una distinción entre el empresario -quien diseña y dirige un proyecto económico con su trabajo organizativo y sus bienes- y el mero capitalista –quien no ejerce ninguna función real en la empresa y sólo se dedica a percibir rentas. En una empresa nacionalsindicalista, existe el empresario como primer trabajador de la empresa, con la colaboración y participación activa de su equipo, porque no puede pretenderse que todos los trabajadores se comporten como empresarios, aún mediando un largo proceso educativo que el MRNS asume como ineludible tarea del nuevo Estado.

La empresa de trabajadores es la célula base de una Sociedad Comunitaria. Las diversas ramas de la producción se agrupan en Federaciones y Confederaciones de empresas. A nivel regional dichas federaciones participan en la planificación económica junto a otras organizaciones sociales. A nivel nacional, confluyen los diversos poderes regionales y las Confederaciones autogestionadas, un modelo construido de abajo hacia arriba. Las coincidencias con nuestra propuesta de organización social corporativa y orgánica son enormes, pero los democratacristianos de la época no serán capaces de asumir con todas sus consecuencias la aplicación política de este postulado comunitario, como veremos más adelante.

Hay un último problema a señalar. La Economía Capitalista tiene como fundamento real el Poder del Dinero por sobre el Trabajo productor y la propiedad legítima que de él emana. Los democratacristianos se concentraron en condenar aspectos concretos del régimen capitalista -la concentración de la propiedad o la organización de la empresa- más no reparan en señalar al Poder Financiero como la expresión más palmaria del capitalismo. La DC no se pronuncia de frente sobre el tema de la Reforma Bancaria, mientras que el Nacionalsindicalismo –ayer y hoy- reconoce como meta prioritaria el combate al conglomerado de los grupos financieros parasitarios, actualmente personificado no sólo en los bancos, sino además en AFP's, Compañías de Seguros, Fondos Mutuos, etc.

SISTEMA POLÍTICO: Se pretende a través de la Solidaridad y la Participación, consolidar la síntesis Persona-Sociedad, superando al individualismo y al colectivismo. El medio para esto es el Régimen Democrático, en cuya definición se incorpora la idea de participación plena del pueblo, ello en oposición a la democracia representativa liberal, consagrada legalmente en la Constitución de 1925, en la cual los ciudadanos se limitan a elegir representantes que jamás rinden cuentas ante el pueblo. El Poder en el socialismo comunitario, reside en el Pueblo Organizado, concepto que para nosotros no es ni puede ser una consigna vacía, sino una realidad institucional que se articula a través de los cuerpos sociales de la nación: no hay pueblo organizado sin organizaciones sociales no sólo reconocidas, sino promovidas y fortalecidas por el sistema constitucional.

Sobre cómo el pueblo organizado ejerce su participación plena, el texto añade a la elección periódica de las autoridades por sufragio universalm los mecanismos de la llamada “democracia directa” como la revocatoria del mandato, el iniciativa popular de la Ley y el referéndum, junto con la capacidad de determinar la idea de derecho en la comunidad (a través de la Constitución y las leyes). Pero es llamativa la idea de incorporar a las organizacionales vecinales y funcionales como mecanismos de participación social. El Estado está integrado por las comunidades sociales menores de las cuales debe ser fiel expresión, debe servir a los fines nacionales y suplir la acción de los grupos sociales cuando la acción de estos sea insuficiente.

Hermosos deseos en relación a los cuerpos sociales, pero que en el diseño institucional no encuentran una expresión satisfactoria, pues un sistema político que pretenda dar participación a la Comunidad Organizada no tiene más salida que establecer la representación directa de los cuerpos sociales en los consejos municipales y regionales, así como en las Cámaras Legislativas y también en organismos de la Administración: la participación social plena se construye incorporando de hecho y de Derecho al ciudadano en su calidad de vecino, obrero o profesional, no como ciudadano aislado. En cambio, la Democracia Cristiana no señala medidas concretas de reforma constitucional, quedando en este aspecto en la misma situación que nos deja el liberalismo: sufragio universal inorgánico y pluralismo ideológico-partidista como condición indispensable de la participación, es decir, los partidos siguen siendo el eje del sistema.

Siguiendo con otros temas, la DC es partidaria de una descentralización territorial y funcional del poder estatal, la cual fue proclamada más nunca concretada por la Constitución del 25. Se auguran nuevas metas para la Administración Pública del futuro, más no se señalan medios concretos para alcanzar dicho orden de participación descentralizada. Si dice que la administración debe ser eficiente e incorporar los adelantos tecnológicos, y que los funcionarios deben servir al pueblo… en realidad no se ha aportado con ninguna genialidad. Lo que si es un aporte destacable es señalar la necesidad de que servicios públicos trabajen en relación constante con la comunidad organizada a través de los “organismos de base” los cuales señalan las necesidades sociales que deben ser atendidas, pero esta propuesta sufre la misma objeción que señalamos antes: sin incorporación institucional de los organismos de base a las decisiones, su “participación” no pasa de ser meras consultas de cortesía.

Interesante es también la posición de la DC sobre la división de izquierdas y derechas, a la cual ven como anacrónica, fruto de los esquemas propios de la Revolución Francesa, y que caen en burdos dogmatismos. La tercera vía debe superar la vieja división y llamar a unir a los chilenos, no a enfrentarlos en bloques monolíticos e irreconciliables. El pensamiento social cristiano no puede transigir con posiciones que abusan de ideales como la democracia la libertad o la revolución para amparar la explotación del Capitalismo Liberal o del Partido. Por ello la Democracia Cristiana sostiene una "posición de vanguardia", no de centro.

Sobre esto, para concluir, podemos señalar que, si no es de izquierda, derecha o centro (el punto variable entre los dos anteriores), se tiene que tener un norte y una dirección concreta, que los seguidores de la doctrina puedan convertir en una misión colectiva. Los nacionalsindicalistas lo hemos tenido claro siempre. Nosotros estamos por Chile, por la Comunidad Nacional en su totalidad (como pueblo, territorio, soberanía y cultura), presente, pasado y (sobre todo) futuro. La Comunidad Nacional tiene como referente a la Gran Comunidad Indoamericana de Naciones, y ésta, a la civilización de justicia que debe surgir en el mundo.

¿Dónde perdió, a nuestro juicio, el rumbo correcto la Democracia Cristiana Revolucionaria?

Teniendo en sus comienzos una doctrina corporativa, es abandonada para no ser etiquetada de “fascista”. La DC se ve frente a dos posibilidades:

  • Una corriente de centro-derecha reformista y con cierto tinte conservador, al estilo De Gasperi o Adenauer. De hecho, gente de derecha como Hermógenes Pérez de Arce admiten haber esperado algo así de la administración Frei Montalva.
  • Un acercamiento a las corrientes de moda en el momento de América Latina -los movimientos insurrectos de corte castro-guevarista- y de alguna manera copiar sus conceptos e incluso sus sistemas filosóficos para analizar la realidad social.

Se tomó el segundo camino, que parecía más atractivo para la juventud combativa de los tiempos que corrían.

Al no asumir las consecuencias lógicas de sus postulados comunitarios -que la debían llevar irremediablemente al Nacionalsindicalismo- la DC sólo tenía la posibilidad -si quería mantener su discurso revolucionario- de asumir paulatinamente las frases y el estilo del marxismo, con lo cual inició su perdida de identidad e inevitablemente fraccionamiento. Izquierda Cristiana y MAPU (Movimiento de Acción Popular Unitaria), de la mano con Teología de la Liberación y Cristianaos por el Socialismo, son parte gravitante del desquiciamiento político al que llegó Chile en esa época.

Pero el tiempo pasó y, al volver a la democracia de partidos tras el régimen militar, la DC era la expresión del “centro”, concepto que el gurú Castillo Velasco siempre rechazó. ¿Qué pasó en el periodo que lleva a los dirigentes DC a un “aggiornamiento” similar al vivido por el socialismo en el exilio? Sobre esto falta una investigación más acuciosa y, a pesar de que en su IV Congreso se insiste en el concepto de “Sociedad Comunitaria” en la cual el poder se radica en la red de comunidades menores, no vemos en la práctica y declaraciones cotidianas de este partido una mínima señal que se encamine al logro de ese ideal. ¿Maquiavelismo o Traición? Ellos tendrán la respuesta en sus conciencias.

En lo que el MRNS respecta, los conceptos doctrinales, los fines políticos y el camino a seguir están claros. No llamamos a confusión ni transamos nuestro proyecto revolucionario para “caer bien” o “estar a la moda”. Y tenemos la firme convicción de que quienes aún creen en el ideal de la Comunidad Nacional como una nueva forma política y económica, sabrán ver en nuestras propuestas la concreción real y consecuente de los ideales que inútilmente han buscado en tiendas partidistas cuyas directivas renunciaron hace harto tiempo a la lucha por la sociedad justa. Nuestras puertas están abiertas a quien aporte su voluntad y su capacidad de trabajo.

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El Movimiento Revolucionario Nacional Sindicalista (MRNS) es la organización política que lucha por el establecimiento de un nuevo Estado y la forja de una nueva cultura en Chile e Indoamérica toda, basados en la unidad y la justicia; con miras a posibilitar la realización de todas las personas y comunidades, mediante el desarrollo y ejecución de un proyecto revolucionario de nación.

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ISSN 2735-6450

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