La naturaleza no tuvo piedad. Sabemos que somos un territorio sísmico, lo repetimos como cliché y, a pesar de ello, la catástrofe llegó para quedarse, ya que al cabo de los días hemos ido dimensionando los reales efectos del terremoto del pasado 27 de febrero; los cuales han derivado incluso en auténticas zonas de guerra en diversos lugares de Chile.
Algo si está claro, y para nada es un cliché: nuestra nación y nuestra vida política no serán las mismas después del 27/02, y la clase política, plutocrática y el Estado, una vez más demostraron su incapacidad o desinterés en atender las necesidades de la Comunidad Nacional.
Falló la clase política, partiendo por la entonces presidenta Michelle Bachelet, quien demostró su carencia absoluta de liderazgo, al no adoptar a tiempo las decisiones urgentes para asegurar tanto el mantenimiento del orden público como el abastecimiento de la población con sus necesidades básicas. Para el gobierno la prioridad en todo momento fue mantener la calma a toda costa, su eterna obsesión con la imagen aún al riesgo de dejar pasar minutos críticos que implicaron pérdidas de vidas y la consiguiente psicosis colectiva.
La plutocracia -encarnada soberbiamente en los pillos de la construcción y los amos del “retail”- se soba las manos con el negociado que se viene con la especulación de los productos básicos y el proceso de “reconstrucción de Chile”[1].
Los saqueos de supermercados y el escándalo de los edificios del “tipo Pisa” es un costo menor ante las ganancias que vendrán a la hora a restaurar la “normalidad” en el comercio, en condiciones obviamente despiadadas hacia los consumidores y pobladores en general, y de ello será una probable muestra los intentos por reducir el salario mínimo alegando “la necesidad de crear empleos”.
El Estado liberal y sus instituciones demostraron que NO EXISTE un sistema eficiente para la gestión de las emergencias naturales. No se informó a tiempo las alertas de maremoto a las comunidades locales; no existe un mecanismo de comunicación directa con los productores de alimentos y otros elementos de primera necesidad; ni un sistema que permita la recopilación adecuada de información acerca de daños a los núcleos de población y a los servicios de agua, electricidad, etc.
Como se ve, estamos frente a un triple fiasco. Así las cosas no es de extrañar que, gracias la inminente parafernalia de la caridad farandulera y la hipocresía de la “política de unidad nacional” el poder y sus lacayos pretenderán, una vez más, ocultar la pobreza generalizada hecha patente estos días y el descontento social, que si ya antes del cataclismo se cernía como una amenaza para el nuevo gobierno, con mayor razón lo serán ahora.
Y a pesar de todo ello, aún contra los lugares comunes del $istema, la Comunidad ha resistido de una forma asombrosa para muchos. Particularmente destacable ha sido la organización de los vecinos y pobladores en las ciudades más afectadas, incluso en Santiago, contra el accionar de delincuentes y para la protección de sus viviendas y propiedades familiares.
Ello fue necesario ante la cobardía y pusilanimidad de la clase política que convirtió al Estado en una ilusión o en un mal chiste, con lo cual el imperativo de las familias de defenderse primó -y sigue primando- por sobre meras consideraciones institucionales.
Que lo anterior no sea destacado como debería no nos debe sorprender, pues lo que menos interesa a los adictos del régimen es que se muestre a las familias, a las comunidades locales, capaces de organizarse al margen de la burocracia de gobierno y del aparato partidista, máxime si las “bases partidistas” parecen brillar por su ausencia; y, si aparecen, sólo será a remolque de los acontecimientos.
Es necesaria la ayuda inmediata, levantar el ánimo, sin duda. Pero no basta. Es un deber nacional exigir cuentas a los actores políticos y especuladores que han provocado o permitido este desastre. Y aún ello es insuficiente, pues hacen falta soluciones al problema, las cuales no son viables dentro del Estado liberal, desligado de la realidad comunitaria.
El Estado de Comunidad Nacional, nuestro planteamiento, es una herramienta efectiva para el manejo de las emergencias naturales, y pretendemos, a continuación, explicar por qué.
COORDINACIÓN
Para comenzar, no es necesario multiplicar estructuras burocráticas paralelas, pues ya se cuenta con las unidades básicas de la comunidad, las juntas vecinales, y sus uniones a nivel comunal, a través de los alcaldes. Dichas entidades deben coordinarse con las Fuerzas Armadas y de Orden -particularmente la Armada a la hora de alertar sobre eventuales maremotos- así como con bomberos y otras organizaciones comunitarias con capacidad real para educar a las familias y movilizarlas en caso de peligro.
No se puede seguir pensando que las Capitanías de Puerto tienen una real influencia en la conducta de la ciudadanía, sobre todo cuando la cultura sísmica demostró su notable ausencia.
EFICIENCIA
De ser necesaria una organización centralizada como la actual ONEMI[2], debería ser puesta bajo el control directo del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, y aquello porque son éstas las que tienen el conocimiento geográfico, los medios y las capacidades operativas necesarios para actuar con la rapidez que se requiere en estas situaciones.
REALISMO
Lo anterior no implica en absoluto una renuncia de atribuciones de la potestad política civil, pues a ella corresponde fijar los objetivos y planes concretos de actuación en caso de emergencia, con lo cual, originada ésta, la fuerza militar se limitará a actuar siguiendo la pauta previa y bajo la supervisión del Ejecutivo y sus delegados a nivel territorial, como podrían ser los Intendentes o Gobernadores.
AUTODEFENSA COMUNITARIA
Ahondando en la protección comunitaria, es imprescindible la instauración o restauración, -si se considera su origen portaliano- de una Guardia Nacional de voluntarios con un mínimo de instrucción militar, para la defensa del orden público en colaboración con las Fuerzas Armadas y Carabineros, y con mayor razón en ausencia de éstos.
Hemos sido presas por demasiado tiempo del dogma político que entrega el monopolio de las armas a la fuerza estatal y niega a los miembros de la Nación, a los padres de familia, el derecho natural a la legítima defensa individual y colectiva.
ORGANIZACIÓN CORPORATIVA
En relación con el abastecimiento de la población, cobra especial utilidad el planteamiento fundacional del nacional sindicalismo revolucionario, en orden a integrar verticalmente[3] a las comunidades extractivas, productivas y de comercio y, a través de dichas cámaras, a cada ciclo económico con el Gobierno y la Comunidad Nacional.
De esta forma, sería posible tratar de modo directo con los productores la ayuda a las comunidades de acuerdo a sus necesidades ya computadas por el poder central en base a la información suministrada por los municipios; evitando así la especulación de los productos y negando esa posible legitimidad que podría tener el saqueo.
COMUNICACIONES
Todo lo anterior exige que el Estado Nacional y los cuerpos sociales que lo integran dispongan de un efectivo sistema de comunicación que abarque todos los medios al alcance, especialmente si se tiene en cuenta que en medio de las emergencias los sistemas convencionales pierden operatividad.
Tanto las tecnología de punta en forma de teléfonos satelitales como, por contraste, los sistemas de radio y telégrafo deben estar a disposición de la autoridad en todo momento, puesto que resulta impresentable lo visto en la semana siguiente al terremoto, en que tanto gobierno como medios de comunicación creyeron ver la solución a la “falta de conectividad” en recurrir a las redes sociales de Internet, absolutamente inservibles en aquellas zonas carentes de electricidad y banda ancha operativa.
¿Con qué criterio de realidad concreta, se puede esperar ante un maremoto conectividad de alerta y retroalimentación informativa con radio estaciones a la orilla de la playa? ¡Hay que pensar a Chile en serio!
EFICIENCIA ENERGÉTICA
A largo plazo, también esta catástrofe plantea el problema de las fuentes de energía para Chile, que sigue dejándose a un lado. Contra los ecologismos que sólo sirven objetivamente a los intereses de las grandes potencias, los nacionalsindicalistas defendemos el derecho de la Nación chilena a explorar todas las posibilidades en este terreno, pues no nos podemos arriesgar a que los cortes eléctricos dejen amplios territorios sin posibilidad alguna de retomar los servicios esenciales.
PLANIFICACIÓN
Por cierto, sólo se trata de algunas pequeñas ideas iniciales, pero que obedecen a un principio que no tiene cabida dentro del Estado Liberal, expresión de la dualidad liberal/socialista: Que en situaciones de catástrofes naturales deben ponerse en acción inmediata y coordinada las comunidades naturales de la Nación, particularmente la comuna y las Fuerzas Armadas, tanto en el registro de los daños y de necesidades, la distribución de la ayuda a los afectados, como en la defensa comunitaria ante réplicas y posibles desmanes, en base a un Plan Nacional previamente acordado entre el gobierno y las entidades regionales y locales, plan que permita el máximo aprovechamiento posible de los medios de comunicación, de las fuentes energéticas y de la capacidad y trabajo de la población.
La lógica imperante ha sido, por el contrario, negar capacidad de acción a los cuerpos sociales, los cuales deben limitarse a esperar la iniciativa de los políticos de partido, los cuales, como hemos visto, no sirvieron en la trágica coyuntura presente.
Esto no es un “aprovechamiento político” de la situación, porque el problema tiene una naturaleza política ineludible. Es un problema de cómo está distribuido el poder y cómo se utiliza para proteger a la Comunidad ante las agresiones externas, internas o naturales. Y sólo una forma de Estado racionalmente organizada, con participación de todos y funciones asignadas a todos, es factible actuar efectivamente en circunstancias adversas con el menor número de víctimas posible.
Todo lo que no sea el cambio del Estado es un paliativo temporal, cuando no una burla grosera hacia nuestro pueblo, y así lo seguiremos denunciando todos los días, a toda hora.
[1] Curiosamente, las acciones del cemento han subido en la Bolsa de Comercio de Santiago…
[2] O.N.E.M.I.: Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior.
[3] A través de cámaras representativas sectoriales.
Artículo publicado originalmente en la revista Acción Directa Nº 11, marzo 2010.