El problema es simple, y eso es lo complejo. No nos cansaremos de decirlo, y con mayor razón ante un tema que, para muchos, resulta difícil. Nuestra portada es alusiva a esta cuestión, pero en este artículo iremos más allá de las triviales consideraciones que distintas personalidades de la vida nacional han tenido respecto al tema de la energía nuclear; la mayoría sin seriedad alguna, basados en dogmas, mitos, y dejando de la lado, siquiera, la posibilidad de discutir. Y como existe libertad de expresión, bienvenida sea la discusión. Más todavía cuando la emergencia nuclear en Japón continúa en desarrollo y su devenir es del todo incierto; a la vez que, este mes, se conmemoran 25 años desde el accidente nuclear de Chernóbil, en la actual Ucrania, el 26 de abril de 1986. Es, pues, un tema ineludible que debemos afrontar.
Un poco de historia
El uso de la energía nuclear ha sido asociado, desde sus inicios, con la industria militar. Senda demostración realizó Estados Unidos en Japón al lanzar la bomba sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. Tiempo después, al dividirse el mundo en dos, las potencias de entonces (EE.UU. y U.R.S.S.) se disputaban por los avances en la carrera armamentística. Bastos arsenales lograron, pero también hubo avances en las “aplicaciones civiles” de la energía nuclear, tales como la producción de energía, la creación de isótopos radiactivos que se aplican en la medicina, tratamientos médicos en sí, o incluso isótopos para detectores de humo, por nombrar algunos.
Todo marchaba con “cierta tranquilidad” hasta que un 28 de marzo de 1979, ocurrió un accidente en la Central Nuclear de Three Mile Island: Producto de una falla en el sistema secundario del Reactor, el núcleo terminó por derretirse y/o vaporizarse. Este accidente traería graves consecuencias políticas más que sanitarias y pondría en discusión los riesgos de la energía nuclear.
Hasta entonces, el accidente más grave. Pero todo cambiaría 7 años después cuando, en la entonces Unión Soviética, estallara el reactor número 4 de la Central Nuclear de Chernóbil.
Un errado procedimiento fue la causa de la que, hasta ahora, ha sido la mayor catástrofe en una central nuclear. Y decimos hasta ahora, pues aún no sabemos las consecuencias de lo que está ocurriendo en Japón.
Por mucho que la ciudadanía se oponga o grupos ambientalistas aleguen por las potenciales consecuencias nocivas del uso de este tipo de energía, lo cierto es que difícilmente cesará su uso.
Ya lo han anunciado los principales gobiernos que la que utilizan como fuente de energía[1]: Revisarán los procedimientos, las tecnologías y los planes de emergencia, pero todo enfocado en la seguridad, dejando de lado la posibilidad de desactivar y desmantelar sus centrales nucleares.
The Chilean Way
¿Y qué pasa con Chile?
Por estos lares existen dos plantas de energía nuclear, pero no hay que dejarse llevar por el nombre: Ambas son instalaciones destinadas a la investigación, principalmente. Su diseño y su capacidad no sirven para producir electricidad, como la Central de Three Mile Island, Chernóbil o Fukushima.
De estos, sólo uno está activo: El “RECH-1”, ubicado en el Centro de Estudios Nucleares de La Reina. Su construcción se inició durante el gobierno del Frei Montalva en colaboración con los británicos; las instalaciones fueron inauguradas por Allende y, por último, se encendió el año 1974 por orden de Pinochet. Y desde entonces, no ha dejado de funcionar. Sus principales aplicaciones son médicas, mineras y alguna que otra de tipo agrícola.
El otro reactor (“RECH-2”), ubicado en el Centro de Estudios Nucleares Lo Aguirre, se encuentra inactivo desde 1990. Este último ha estado en boga por supuestas irregularidades ocurridas a finales de la década del 80: En marzo de 1989, un grupo de conscriptos habría sido contaminado tras labores de limpieza realizadas sin los medios idóneos.
Y si de seguridad hablamos, cabe recordar que para el seísmo del 27 de febrero de 2010, el “RECH-1” estaba operativo al momento del terremoto. Fue primera vez que tembló mientras el reactor se encontraba en funcionamiento; para el terremoto de 1985 se encontraba fuera de servicio[2].
Según declaraciones del operador de turno la noche del 27-F, don Mariano Loncomilla, el complejo de investigación se quedó a oscuras como el resto de la ciudad, sin comunicaciones telefónicas y con un sistema de emergencia que proporcionaba energía SÓLO para cubrir la instrumentalización del reactor…
Así y todo, no hubo ninguna complicación y la operación del reactor cesó al activarse el sistema automático de apagado, programado para reaccionar ante sismos superiores a cinco grados. El edificio, intacto.
Por otro lado, el pasado 2 de abril, una revista del Grupo Copesa -esa que tiene nombre de mujer- publicó un reportaje titulado “Las viudas del reactor”, narrando la historia de vecinas del C.E.N. de La Reina que sospechan de la muerte de sus maridos por cáncer, el que relacionan con la presencia del reactor.
Aquellas muertes, cuya ocurrencia supera la media nacional de fallecimientos por cáncer, contrasta con las estadísticas que maneja la Comisión Chilena de Energía Nuclear (CCHEN, dependiente del Ministerio de Energía) respecto de sus propios trabajadores: De las 2000 personas que han trabajado en sus instalaciones, sólo 6 han muerto de cáncer. Lo cierto es que no existen estudios que demuestren la relación entre la muerte por cáncer y la presencia del reactor en dicha zona de Santiago.
La alternativa energética
Pero no es por la investigación ni las aplicaciones experimentales que la energía nuclear es de interés en Chile.
Chile no es independiente[3], posee una mediocre producción energética generada en el territorio.
Buscando alternativas de generación de energía, el gobierno de la época conformó una comisión el año 2007. Esta comisión, constituida por expertos de las más diversas disciplinas concluyó que Chile debe mantener abiertas todas las opciones energéticas, por lo que la energía nuclear no es una opción a descartar, pues contribuiría con la seguridad del suministro y sería competitiva en comparación con otros combustibles fósiles.
A su turno, según la Comisión Nacional de Energía, Chile dispone de una matriz energética de 13,5 GWh, estimándose que para el 2030, el consumo podría triplicarse.
Para algunos investigadores, de emplazarse una central nuclear de potencia existirían inconvenientes tales como los altos costos de su instalación, la dependencia del combustible nuclear y el manejo de los desechos radioactivos[4].
Respecto a los costos, estos dependen de varios factores, tales como la construcción en sí, el tamaño de la central, la tecnología a emplear, su vida útil, la ubicación y los costos de funcionamiento. Antes del 2030, y según estimaciones del Colegio de Ingenieros, la construcción de cuatro centrales nucleares de una potencia de 1.100 MWh c/u, requeriría, sólo para su construcción, de una inversión cercana a los 11.000 millones de dólares.
El precio de la energía eléctrica, a su turno, estaría alrededor de los 80 dólares por MWh versus los 170 dólares por MWh, que ha costado el Sistema Interconectado del Norte Grande (SING) y el Sistema Interconectado Central (SIC), en sus etapas críticas.
Sobre la adquisición del combustible y el manejo de los desechos, cabe mencionar que la última adquisición de material nuclear se hizo a Rusia, el 2005; y que los desechos que se han generado por las distintas operaciones son entregados a los Estados Unidos, en el marco de un acuerdo de cooperación entre la Administración Nacional de Seguridad Nuclear (National Nuclear Security Administration, NNSA) y la Comisión Chilena de Energía Nuclear (CCHEN).
Durante el 2005, el consumo de electricidad superó los 51.6 GWh, del cual un poco de la mitad es resistido por la producción de las centrales hidroeléctricas y el porcentaje restante, por complejos termoeléctricos.
Actualmente, existen cuatro sistemas eléctricos: El Sistema Interconectado del Norte Grande (SING), el Sistema Interconectado Central (SIC) y los sistemas de Aisén, y de Magallanes. Sólo el 20% del potencial hídrico es utilizado y hasta ahora hay vagos planes para instalar centrales de recursos renovables, aprovechando el potencial en energía geotérmica, mareomotriz, solar, entre otras.
Otras opciones
Y ya que nos hemos acercado a la producción alternativa de energía (“ERNC”: Energías Renovables No Convencionales), hay que tener presente que no es fácil ni barato.
Veamos algunas iniciativas:
Biodiésel.
En diciembre de 2010, el grupo tecnológico empresarial Algae Fuels S.A. -integrado por E-CL, COPEC, la Universidad Católica, Rentapack y Bioscan- busca producir biodiésel de segunda generación a partir de la implementación de una planta piloto en Mejillones, donde cultivarán pequeñas algas para la producción de biocombustibles.
Ya se han dado experiencias de este tipo, como es el caso de ENAP, que también investiga la factibilidad de producir combustibles de segunda generación mediante dos la constitución de dos sociedades: Biocomsa y ForEnergy. Esta última se constituyó el año 2007, orientada a la producción de biodiésel de segunda generación a partir de biomasa forestal. En tanto Biocomsa, se constituyó el año 2008 como proyecto auspiciado por InnovaChile de CORFO, cuyo objetivo esencial es la investigación.
Las empresas forestales también han seguido este tendencia. Las empresas CMPC Celulosa, MASISA., Celulosa Arauco y Constitución S.A., en conjunto con la Universidad Católica de Valparaíso, Fundación Chile y la Universidad de Concepción, presentaron la propuesta Bioenercel, que fue adjudicada en enero del 2009, bajo el auspicio de InnovaChile, nuevamente.
¿El objetivo? Producir bioetanol y bio-oil mediante transformación biotecnológica y termoquímica de biomasa.
Energía eólica.
Varias compañías han hecho lo suyo en el Norte Chile desde hace años, dedicando a empresas internacionales para resolver los desafíos que implican la construcción y la operación de tales instalaciones.
Recientemente, la iniciativa Parque Eólico Lebu espera producir 108 MWh mediante 54 aerogeneradores de 2MWh c/u, pretendiendo abastecer al SIC. Detrás de este proyecto, un consorcio de empresas de la región, con una inversión de 224 millones de dólares.
Cabe mencionar el papel que han jugado las empresas extranjeras en estos proyectos. SKASKA, sueca, es un ejemplo de ellas. Llegaron a Chile como responsables de la construcción de los parques eólicos de Totoral, en el Quisco, y Monte Redondo, en Coquimbo[5].
Mas, al constatar lo rentable de invertir en un país ignorante en cuanto a tecnología y operaciones que se utilizan, hoy pretenden continuar, en el corto y mediano plazo, en otros proyectos de energía eólica e hidroeléctricas de pasada.
Energía solar.
Sabido es que el Desierto de Atacama es el lugar ideal para la instalación de este tipo de complejos. El sol es amo y señor, y la lluvia brilla por su ausencia durante buena parte del año. Tan importante es esta zona, que expertos estiman que 1m2 rendiría lo mismo que 1 barril de petróleo en 1 año.
Lo anterior, como estimación, pues en la realidad concreta tenemos el ejemplo del proyecto que en conjunto desarrollaron JUWi, empresa alemana, y la Universidad de Antofagasta. Ambos instalaron dos plantas fotovoltaicas que produce 9KWh…conjuntamente… Y en Alemania funcionan las más grandes plantas de energía solar, pero su eficiencia está muy por debajo de la que lograrían tales plantas en el norte de nuestro país.
Quienes se han interesado en la apuesta por la energía solar han sido las mineras. ¿El motivo? Satisfacer la demanda de energía que se ha incrementado en los últimos años. Junto a la Universidad de Chile, Minera Collahuasi lleva la vanguardia, al transformar a Huatacondo[6] en el primer poblado de Chile que se autoabastece íntegramente con energías renovables, incluida la solar.
Cuestión de dinero e “intereses”
Pero todo tipo de energía, sea renovable o no, implica un costo. Y aquí vienen los primeros problemas pues hay demasiados “intereses” de por medio, y no precisa y principalmente el elevado interés de la Nación, o bien común.
En esta materia, el ejemplo que se quiere imitar es el empleado en Europa, denominado “feed in tariff”.
¿El truco? Se fija un precio mínimo que el Estado o los particulares pagan al generador por un periodo determinado de 15, 20 o más años.
¿La gracia? Para el inversionista no existen riesgos pues tiene una ganancia preestablecida. El costo, que es altísimo en comparación con la generación convencional, es pagado por la totalidad de los consumidores del sistema.
¿El problema? (o “lado B”), es el precio “inflado” que pagan los consumidores finales (usted en su casa, por ejemplo), pues la tecnología evoluciona, el costo de producción baja pero la tarifa se mantiene (recuerde que se paga por un largo periodo ya determinado).
En los Estados Unidos de América, en cambio, actualmente se subsidia la inversión mediante exenciones tributarias. El año pasado, Obama anunció un ambicioso plan para otorgar subsidios directos a los generadores “alternativos”. Los montos propuestos son exorbitantes y oscilan entre los 400 mil y los 200 millones de dólares.
Otra forma es la que se emplea en Brasil, a través de la empresa estatal ELECTROBRAS: Se abre licitación por tipo de energía renovable y se adjudica el productor que oferte el menor precio. Todo este proceso se hace “en línea”, produciéndose una competencia entre los oferentes hasta lograr el precio más bajo.
Ello, que parece competitivo, puede llevar consigo algunos “problemas de mercado”, como el hecho de que los productores más pequeños no sean capaces de hacer frente a los grandes consorcios y, por ende, sean oprimidos por “el libre juego del mercado[7]”
Por último, está el esquema australiano, que funciona en base a cuotas. De este modo, el sistema obliga a que un determinado porcentaje de la energía que se comercializa provenga de ERNC.
Si no se cumple con el porcentaje, se multa al distribuidor negligente. Pero existe un mecanismo que permite recuperar el dinero y sacar ciertas utilidades: El Certificado de Energías Renovables (CER). Los certificados son una especie de bono verde que puede comercializarse por cada MW de ERNC generado. Su valor se estima en 30 dólares aprox., pero los precios fluctúan sin control. Así, el comercializador puede adquirir más certificados de los que debiera en razón de la cuota determinada, para así evitar las multas por incumplimiento. Vale decir: Se puede percibir utilidades entre quienes tienen las cuotas cubiertas efectivamente por fuentes de energías renovables y quienes no, pero estos últimos, para no ser sancionados severamente, adquieren estos bonos verdes. Otra perversa maquinación cuyos costos, curiosamente, son pagados por el consumidor final…
¿Qué hacer entonces?
Del repaso de estas alternativas, algunas ya en funcionamiento, otras en proyección, podemos darnos cuenta que, por sí solas, no resuelven el problema del abastecimiento de energía.
Se estima para este sector que recién en el 2020, vale decir, en 9 años más, la participación de las ERNC oscilará entre un 6% y 8%.
¿Es entonces la energía nuclear LA solución al problema del abastecimiento?
No, sin dudas. Y no es LA solución, no por los criterios poco objetivos que unos pocos quieren imponer a la comunidad nacional, sino porque el problema energético simplemente no es resuelto por UNA central nuclear. Se necesitarían UNAS CUANTAS para que el abastecimiento sea pleno, y aquello implicaría desechar de plano la utilización de otras fuentes de energía.
El territorio nacional es rico en diversidad de fuentes energéticas. No emplearlas sería un grave error.
La solución va, pues, en el aprovechamiento de todas las fuentes posibles.
Al Norte de Chile, la energía solar y la geotermia[8].
Un poco más al centro, la energía eólica, la utilización de biomasa y el emplazamiento de pequeñas centrales hídricas o centrales de pasada como también son conocidas.
Al Sur, las hidroeléctricas, ya pesadas o de pasada, son una opción.
Se debe tener una perspectiva universal, u orgánica, sobre las posibilidades que nos otorga el territorio, teniendo siempre presente la realidad de cada comunidad básica.
Los municipios son la organización básica del Estado de Comunidad Nacional. La producción y distribución debe estar en sus manos[9].
La generación de electricidad debe ser variada y flexible a las necesidades de la comunidad. Siempre habrá de privilegiarse la conectividad del territorio y el resguardo de los servicios básicos a lo largo de TODO EL TERRITORIO NACIONAL, sin descuidar ni un solo poblado.
Los grandes núcleos urbanos habrán de alimentarse con la potencia central del sistema, en tanto los pequeños y medianos poblados deberán poseer, preferencialmente, mecanismos de auto sustentabilidad: Luz y agua obtenidos a través de ERNC. Es posible satisfacer el consumo de las familias mediante energía eólica y/o solar; la elección dependerá, como ya hemos dicho, de las condiciones del territorio en que las familias estén asentadas.
Por otro lado, y no menos importante, es tomar conciencia de la realidad del planeta que habitamos. Ya no sólo del conocido “calentamiento global”, sino de los daños inmediatos o no, sobre el medio ambiente.
La tesis es entender el medio ambiente como parte de la soberanía territorial, de lo cual se colige que no sólo se ejercen derechos sobre él, sino también existen claros deberes. Pero eso no es todo, pues nuestra perspectiva universal nos obliga a pensar en el vasto plano que habitamos, pues lo que ocurre en Japón en este preciso instante, tendrá consecuencias para nosotros, mayores o menores, tarde o temprano.
El buen uso de la energía es materia que debiera ser extensiva a todos los niveles de la educación y la vida cotidiana. Hoy en día, la difusión de esta realidad no es suficiente, pues aún el consumo sigue siendo alto, la contaminación ni hablar y la conciencia de nuestros conciudadanos… bueno, esa deja mucho que desear.
Y hay tanto por hacer. Un solo repaso por estas líneas podrá permitirle concluir que las soluciones aplicables requieren de severos cambios en la legislación vigente, en la estructura de los sistemas de distribución (como el criticado Sistema Interconectado Central), el financiamiento del sistema, la definitiva erradicación del monopolio energético en manos de capitales extranjeros y el cambio en las estructuras mentales.
¿Existe la voluntad suficiente?
De nosotros, existe la firme convicción que todo cuanto planteamos será posible mediante la revolución del Hombre. Ni el ruido de armas ni las entelequias de un grupo de “elegidos”.
La revolución del Hombre de carne y hueso, de hombres y mujeres reales, conscientes de su importancia, ya pequeña, anónima, pero real y trascendente.
[1] Entre los países que la utilizan se encuentran: Francia 78%, Eslovaquia 57%, Bélgica 56%, Japón 25% y EE.UU. 20%. Le siguen Suiza, Ucrania, Eslovenia y Corea. Más cerca, Argentina con un 9% (centrales de Atucha I y Embalse, y está construyendo otra: Atucha II), Brasil con un 4% (Angra 1 y 2) y México con un 5% (central Laguna Verde). Todo lo anterior según datos del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) de Naciones Unidas, a diciembre de 2008.
[2] Hay que aclarar que el reactor sólo funciona una vez a la semana, encendiéndose los días viernes y apagándose el sábado por la mañana.
[3] El precio de los combustibles, por ejemplo, depende exclusivamente del escenario internacional, pues la mayor parte del petróleo es importado.
[4] Si quieres conocer cómo se ha hecho frente a este tema en Argentina, interesante resulta visitar: http://www.cnea.gov.ar/proyectos/atuchaii.php
[5] Fase I: 19 torres aerogeneradoras de 2MW. Fase II: 5 nuevas torres de 2 MW. Capacidad total a marzo de 2011 = 48 MW. ¿Inversión? US$ 150 millones.
[6] 80 familias han sido beneficiadas por este proyecto, con un costo cercano a los 200 millones de pesos.
[7]Hay que entender la perversa lógica del $istema de libre mercado que, con el juego de la oferta y la demanda, obliga a los oferentes a reducir los precios de manera tal que satisfagan los requerimientos de los demandantes. Pero, ¿quiénes pueden resistir tales disminuciones de precio? ¿Los grandes o los pequeños? La realidad concreta nos dice que los primeros. Los pequeños, o son aniquilados o son absorbidos.
[8]Esta última, por cierto, presente a lo largo de toda nuestra tierra.
[9] No se horrorice. Claramente, en un Municipio distinto del actual. Pero tranquilo, que en esta edición, como en próximas entregas, abordaremos el tema de la constitución del nuevo municipio.
Artículo publicado originalmente en la revista Acción Directa N° 21, abril 2011.