“Plebiscito ahora” es una consigna de lucha, es una expresión de una táctica política de la lucha comunitaria. Por ello debe inscribirse dentro de una estrategia, de un camino que indique el enemigo a batir y el medio principal para lograrlo. El problema del plebiscito, como se ha planteado, es que se presenta como la solución única de la discusión educacional, cuando no de otros temas surtidos que se pretende incluir. No se hace cargo de un antes ni un después, no se inscribe dentro de proceso alguno ni reconoce el hecho de la organización creciente de las comunidades de la Nación.
El plebiscito sólo puede ser útil una vez que la Comunidad haya formulado, a través de sus órganos fundamentales, proyectos de ley y políticas públicas. La idea es que la comunidad organizada fuerce, a través de la movilización, a los partidos y al Parlamento, para que adopten esos proyectos, a lo más con pequeñas correcciones de tipo técnico, aunque el aporte de los parlamentarios parece cada vez más dudoso. De esta forma, la pregunta que eventualmente se formulará a los electores, sólo puede versar sobre la orden -mandato imperativo- a los “representantes” de legislar sobre una propuesta concreta o la ratificación de la misma.
Las preguntas temáticas formuladas en forma ambigua no pueden aterrizar en nada concreto y se prestan a todo tipo de malinterpretaciones, letras chicas y reservas mentales.
La constitucionalidad de la convocatoria es un tema de poca importancia, pues si nadie reclama al Tribunal Constitucional, sería difícil declarar una constitucionalidad de oficio. El problema es su carácter vinculante, pues la clase política no tiene razón jurídica para sentirse obligada ante unos resultados en la votación que no le agraden, por lo que nuevamente volvemos a la movilización social como medio de presión sobre la clase política.
Ahora, si el plebiscito se plantea como herramienta de cambio de régimen político, esto es, como herramienta constituyente, que quede claro que el actual ordenamiento no lo permite y la salida extra institucional es inevitable, aún acudiendo a resquicios o manipulaciones de la legalidad. Valgan algunos ejemplos: Golpe napoleónico del 18 brumario y reforma política española de 1976. Una opción constituyente nos exige plantear responsablemente la ruptura de la legalidad.
No es el problema, como lo han señalado sujetos de la derecha y la Democracia Cristiana que, el plebiscito, sea contrario a la “democracia representativa”, sino que, precisamente al revés, deja la decisión de todos los temas esenciales en manos de los políticos y tecnócratas. La llamada “democracia directa”, al ser una imposibilidad como forma cotidiana de legislación, sólo puede actuar como complemento -por lo tanto, salvataje- de la “democracia representativa”. Esto nos lleva a plantear el problema en el sistema de representación y participación política.
En síntesis, son tres tareas las que deben plantearse a los movilizados:
1. Generar la propuesta educacional concreta. Los proyectos de ley, o por lo menos sus líneas centrales, y las políticas generales.
2. Aumentar los grados de organización comunitaria, sumando a más personas.
3. Forzar a la clase política en el Parlamento para que apruebe esa propuesta.
El mismo camino debe seguirse para la opción constituyente. Ahí se trata de proponer una nueva forma de representación y participación que incorpore a las comunidades y no a los partidos políticos. La consigna debe ser que los partidos son los responsables, los partidos deben salir del poder.
Como forma de organización, desde los sucesos de Magallanes, ha cobrado fuerza la idea de “Asamblea ciudadana”. La idea es buena en principio, siempre que se entienda como una expresión organizada de la comunidad local, barrial y “ciudadana” en sentido estricto (de la ciudad), frente al actual Municipio y al Gobierno central. Pero tienen que tratarse de organizaciones reales, bien asentadas y que puedan actuar efectivamente.
Algunas sugerencias sobre el tema:
1. Formación inicial a nivel de barrio, de unidades vecinales. Sólo después se puede pensar en Asambleas, de comunas o ciudades completas.
2. Delegados revocables y sujetos a mandatos formulados por el grupo elector.
3. Redacción de estatutos o reglamentos que contemplen sesiones del pleno, sus poderes y la existencia de directivas responsables pero que pueden dirigir efectivamente el trabajo cotidiano.
4. Formar una base material para actividades.
5. Disponer de un medio de comunicación con alcance masivo: blog o página de facebook.
6. Realizar actividades de formación, agitación y propaganda conforme a las tareas antes indicadas. Operaciones dentro de la táctica, y ésta dentro de la estrategia.