¡Invasión! La noticia de la participación de China en la adquisición de la Compañía General de Electricidad S.A. (CGE), antes en manos de capitales españoles, cayó como bomba. “Ardieron redes sociales”, sesudos analistas exponían en televisión abierta los peligros de esta ofensiva económica, que el comunismo pretendía invadir el baluarte de la libertad y democracia (sic), que esta era una ofensa a nuestra soberanía o que traería consecuencias perjudiciales para la economía, generalmente sin explicitar ni estimar cuáles o a qué nivel. Y es que no puede haber mayor hipocresía y mayor falseamiento de datos, en lo que podríamos considerar una suerte de sinofobia, junto a miopía y evidente desconocimiento geopolítico y económico.
Entendiendo el ascenso de China
Primeramente, para entrar de lleno a revisar las relaciones político-comerciales, entre China y nuestro país, es necesario entender su ascenso y posicionamiento en el mundo contemporáneo, teniendo a la vista, someramente, parte de su historia y su cosmovisión, a priori distinta de nuestro hemisferio.
Uno de los elementos que destacan de China, es su población, que encabeza la lista de cantidad de habitantes en el mundo. Étnicamente, es mayoritariamente homogénea, siendo la etnia han -con más de un 90% de su población- presente desde hace dos mil años (CIA, 2020).
Esta supremacía étnica identificaría con nitidez a los chinos, forjando un elemento identitario fuerte respecto de otros países, proclives a la diversidad, pugnas étnicas o multiculturalismo. Esto traería consecuencias tanto positivas como negativas: las primeras, en tanto unidad, las segundas, en cierta “especialidad” que otorgaría a los chinos un sentir de superioridad y, consecuentemente, el desprecio por otros países, carentes de tal elemento unificador (Jacques, 2010).
De toda su historia, resulta relevante que, durante el S. XIX, el desarrollo industrial de los chinos fue prácticamente nulo si lo comparamos con las naciones europeas. La ausencia de esta revolución económica, implicó un retraso que, siglos después, debió abordar, de modo drástico e intenso, la revolución popular encabezada por Mao Zedong, considerado “padre fundador” de la China actual, si bien tomaría un par de décadas tras su muerte, ya de la mano de Deng Xiaoping, forjar la República Popular China, del modo que la conocemos hoy, implementando reformas políticas y económicas, liberalizando su mercado nacional a través del plan “Reforma y Apertura”, desde 1978.
Ahora bien, para comprender su estructura política y, por ende, su funcionamiento económico, en opinión del economista Martin Jacques, es necesario entender a China desde una perspectiva distinta a la habitual concepción de “Estado-nación”, como ocurre con los países occidentales; proponiendo, al efecto, una interpretación que enfatiza en el cariz civilizatorio (y “de orden”) de sus diversos regímenes políticos, configurando, pues, un verdadero “Estado-civilización” (Jacques, 2010); noción que el profesor Zhang Weiwei, de la Universidad de Fudán, desarrollaría posteriormente en su libro “The China Wave: Rise of a Civilizational State”, que consideramos lectura obligatoria para comprender los lineamientos geopolíticos, pues Weiwei, miembro del Partido Comunista Chino, es también un alto asesor del mismo en materia de política exterior.
Esta perspectiva diferente permite, por ejemplo, comprender las concepciones chinas en torno a la familia, sus tradiciones, la religión, el elemento étnico-identitario, con una historia milenaria común. Por otro lado, también posibilita comprender de mejor manera el cómo, pese a ser un Estado bajo control unipartidista, coexista con un régimen político-económico distinto, representando tanto por Hong Kong y Taiwán. De tal modo, en los hechos, existe “un país y dos sistemas”, de modo distinto de los Estado-nación, en los que únicamente hay “un país y un sistema”.
Así dadas las cosas, los chinos no han estado ajenos al desarrollo intelectual, político y económico de otros países. Han aprovechado y destinado recursos al estudio y análisis de distintos fenómenos sociales de otros, a fin de aprender de ellos y comprender aciertos y errores. De esa manera, su desarrollo económico los posiciona, en un futuro no muy lejano, igualando o sobrepasando a Estados Unidos, con iniciativas como “la Nueva Ruta de la Seda”, su plan de “Hecho en China”, para el 2025, y las arremetidas en mercados exteriores de empresas como Huawei y Alibaba (Nicolaci da Costa, 2019).
Por otro lado, el rol del Estado, civilizatorio, como hemos dicho, difiere de los Estados nacionales “al modo occidental” (Portafolio, 2019), encontrándose el Estado Popular presente en todos los ámbitos de la vida de los chinos, al igual que con las empresas, cuyo control, por parte del partido gobernante, ha aumentado en los últimos años. Dicha estrategia, con todo, les ha significado más de cuarenta años de un crecimiento relativamente estable (Specia, 2018).
En definitiva, existirían tres pilares sobre los cuales entender a China hoy: (i) su Estado-civilización; (ii) su hegemonía étnica y fortaleza identitaria; y (iii) la naturaleza de su Estado y su relación con la sociedad (Jacques, 2010).
Inversiones chinas en Chile
Las relaciones diplomáticas entre ambos países ya cumplen medio siglo, y si bien, en un principio, el intercambio comercial era mínimo, para 2020, las exportaciones e importaciones alcanzaron los USD 42.791 millones, confirmando a China como el primer socio comercial de nuestro país. De esa cifra, USD 25.287 corresponden a exportaciones chilenas a China, mayoritariamente de minerales (cobre) y agropecuarias (SUBREI, 2020).
El sello dominante de esta relación ha sido la continuidad, a pesar de los profundos cambios vividos en ambos países. Así, luego del golpe militar, las relaciones se mantuvieron en un bajo perfil, pero Chile “ante el aislamiento en que vivía el país da prioridad a las relaciones con los países de Asia Pacífico, lo cual va a dar un carácter más proactivo a las acciones respecto de China” (Reyes, 2020).
En mayo de 1990, se concretó la primera visita de un Jefe de Estado chino a Chile, cuando el presidente Yang Shangkun fue recibido por su homólogo Patricio Aylwin. En noviembre de 1992, Aylwin se convertiría en el primer Jefe de Estado de Chile en ser recibido en Pekín. Luego, siendo presidente Eduardo Frei, Chile fue invitado a ser miembro del Foro APEC, ingresando como miembro pleno en noviembre de 1994. Todo ello, para crear las condiciones para suscribir, posteriormente, un Tratado de Libre Comercio (TLC) entre ambos países.
Ya en el 2002, China propone a Chile iniciar las conversaciones conducentes a la suscripción de un TLC, que, tras 3 años de negociaciones, culminaría en octubre de 2005, entrando en vigencia en octubre de 2006.
Ya en la década de 2010-2020, la interacción de China con América Latina ha sido muy dinámica. En el año 2015, el Primer Ministro Li Keqiang reiteró los nuevos planes de China con la región y, especialmente, con Chile: una clara política de inversiones en diversas áreas, las que hasta entonces eran acotadas (Anoceto, 2010).
En el año 2016, con motivo de la visita del presidente Xi Jinping, en noviembre de ese año, se constituyó en un acontecimiento mayor. En esa ocasión, junto a la presidenta Bachelet, China actualizó sus relaciones bilaterales con Chile, elevándose al estatus de “asociación estratégica integral”, término de “alto alcance en la política exterior china” (MINREL, 2016).
Si bien el cobre y otros productos de extracción minera siguen dominando el universo de exportaciones de Chile a China, hay una tendencia de la agroindustria que se abre paso de manera creciente en los mercados de ese país. Aunque la pandemia del coronavirus trajo como consecuencia la disminución de exportaciones y precios, se prevé, en el mercado del agro, que es una cuestión circunstancial, pues la confianza ya está ganada y sólo resta trabajar el futuro a partir de ella (Valenzuela, 2020).
Los factores de confianza son -y seguirán siendo- muy determinantes en los vínculos de ambos socios a futuro, en todos los planos; sobre todo tras los impactos sufridos por la economía mundial en 2020. El concepto de distancia se ha disminuido drásticamente, y será aún más acotado a futuro, con las interconexiones digitales (Reyes, 2020).
De esta forma, podemos entregar un acercamiento de cómo se ha construido la relación económica con el gigante asiático, la cual al día de hoy lo posiciona como nuestro principal socio comercial en el orbe. Una relación que se ha construido durante 50 años, los cuales, si bien con diferencias políticas en la forma en que se manejan dichos Estados, ha logrado sobreponerse a esas diferencias y encontrar puntos comunes para el flujo económico en ambas economías.
Por otro lado, durante años, el principal socio comercial de Chile fue Estados Unidos, siendo también el mayor socio comercial de la región. Sin embargo, dicha posición, si bien mantiene preponderancia en la región, su influencia va en franca retirada, especialmente con el último gobierno de Trump y su retórica anti china. Bajo su mandato, cambió la estrategia política y comercial de los Estados Unidos para Latinoamérica, ya en términos retóricos (como la construcción de un muro en la frontera con México) como prácticos, a través de la introducción de mecanismos de proteccionismo, trabas en otorgamiento de visas, la no suscripción del TPP-11 o “Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico”, etc.
Las relaciones que ha establecido Trump con América Latina, no han sido del todo felices, pues en parte su discurso fue agresivo, culpando a Latinoamérica del aumento de la inmigración ilegal y calificándola como gente criminal. Sumado a la instauración de la política “America First”, en detrimento de las relaciones, produjo la disminución del rol del multilateralismo, apostando por relaciones bilaterales “con pinzas”, y adoptando una posición dominante y de autarquía, dificultando que países pequeños, como los de América Latina, discutan “en bloque” con Estados -y, por ende, teniendo un mayor poder de negociación (Ledger y Villahermosa, 2020).
El tema es que, al dejar a Latinoamérica “olvidada”, las naciones indoamericanas, con excepción de México, han mirado hacia China; miradas que, a su vez, China ha correspondido.
En nuestro caso, las inversiones se han traducido, entre otras cosas, en la adquisición de CGE por parte de State Grid (“Corporación Estatal de la Red Eléctrica de China”) y, anteriormente, esa misma empresa estatal china adquirió Chilquinta (Ovalle, 2020). Igual cosa casi ocurre en el rubro de las empresas sanitarias, con el interés chino de adquirir ESSAL, lo que no se produciría tras la compra de Algonquin, empresa de origen canadiense. La situación patrimonial de ESVAL podría traducirse en futura venta de acciones que, sin duda, llamará la atención de los chinos.
El énfasis, ha resultado evidente, es invertir en áreas estratégicas, como los servicios básicos, de infraestructura y minería. La más reciente noticia al respecto, es la adjudicación de la concesión por el tramo Talca-Chillán de la Ruta 5 Sur, a favor de China Railway Construction Corporation, considerada la segunda empresa de construcción e ingeniería más grande del mundo (Cabello, 2020). En el ámbito minero, no cabe duda del interés por el cobre y el litio, adquiriendo la empresa Tianqi Lithium, un 24% de acciones de SQM (Villagrán, 2019)
Sin embargo, y volviendo al tema eléctrico, conviene recordar que las inversiones chinas no son nuevas en dicha área. Pues aparte de la adquisición de Chilquinta -empresa distribuidora-, en abril de 2017, la empresa china State Power Investment Corporation (SPIC) compró el 100% de Pacific Hydro -generadora- y en marzo del año 2018, China Southern Power Grid (CSPG) compró el 28% de Transelec -transmisora-, resultando cuestionable, a la luz de nuestro ya deficiente ordenamiento jurídico aplicable en la materia.
¿Por qué? Porque todas estas empresas chinas responden a un único controlador, que es la State-owned Assets Supervision and Administration Commission (SASAC), dependiente a su vez del Consejo de Estado de su república popular (Musu, 2012). Por ende, se transgrediría el artículo 7 del DFL Nro. 4, de 2007, que fija el texto de la ley general de servicios eléctricos, en materia de energía eléctrica, por constituirse un control sobre empresas generadoras, transmisoras y distribuidoras de energía eléctrica, tal y como ocurrió -y se amparó por parte del Estado nacional- con ENDESA en la adquisición, en 1999, de ENERSIS (Rudnick, s/f).
Seguramente, los connotados estudios jurídicos que asesoran a las empresas chinas [1] sortearán, como siempre lo han hecho, las “trabas” legales chilenas para que dichas inversiones fluyan sin problema.
Es, entonces, una realidad que China es ya un país con gran incidencia en Chile. Quien no quiera verlo así, desconoce -o pretende ignorar- su importancia macroeconómica para nuestro país. Ni hablar de su posicionamiento como potencia a nivel geopolítico. Porque, veamos. Si la consigna de algunos grupos, generalmente reaccionarios, es rechazar las inversiones chinas, sea por forma o fondo, como expresó el economista Manuel Cruzat (2020), ¿con qué se sustituyen? ¿Con el control o dominio de otro estado foráneo; español, italiano, angloparlante tal vez? ¿Bajo el control del Estado nacional? Esto último nos parece más razonable, pero provoca tirria en los neoliberales y demás personajillos defensores más acérrimos del capitalismo. Además, supone un nivel de inversión (digamos, unos ""insignificantes"" USD 40.000 millones) del que, HOY, el Estado simplemente no puede hacerse cargo; sin perjuicio que, con un plan de desarrollo económico de largo plazo, pueda hacerlo en 10 o 15 años.
Y dicho esto, seamos realistas. Una política revolucionaria exige ponderar la viabilidad de sus propuestas. El idealismo, ese romanticismo infantil de ciertos grupúsculos que pretenden reivindicar el proteccionismo o la autarquía, se guía más por la irracionalidad que la realidad concreta. Y la realidad concreta es durísima sobre nuestra situación económica, que ha sido puesta en una total subordinación al sistema financiero -local y foráneo-; a la vez que sujeta a las reglas del neoliberalismo, el capitalismo depredador y el múltiple y abierto comercio exterior. Revertir esa situación requiere de mucho más que simples discursos patrióticos: involucran el diseño, discusión y ejecución de un plan de transformaciones profundas del Estado y un proyecto de nación. Sólo así podremos convertirnos en un Estado soberano.
¿Es posible revertir la situación? Si.
¿Es posible rechazar a los chinos? No. Pero hay que ser más inteligentes que quedarnos con la opción “rechazo” (...) Es posible ponderar dichas inversiones y llevarlas al plano de la política exterior, por tratarse de empresas de interés estratégico, lo que es comprensible para cualquier tipo de Estado.
Las adquisiciones de empresas por parte de capitales chinos, no pueden convertirse simplemente en la sustitución de un titular de acciones por otro, y que la gente en vez de pagarle a X le pague a Y. Debe implicar un plan de inversiones que beneficien, de modo permanente, a esa misma infraestructura que se destinan. El nivel de inversión en mantención, reemplazo de redes, construcción de rutas de distribución, etc. ha sido bajísimo por parte de las empresas que, hasta ahora, han operado generadoras, trasmisoras o distribuidoras de energía eléctrica. Lo mismo ocurre con el gas o el agua potable. Si quieren beneficiarse con una concesión temporal de dichos servicios, pues entonces que se invierta, precisamente, en aquellas áreas.
Mientras el Estado se fortalece y perfecciona sus mecanismos de administración, gestión y control, una inversión así entendida, trae muchos más beneficios, ya no sólo al consumidor de esos servicios, sino también a la nación al largo plazo. Invertir en mejoras, por ejemplo, requerirá que trabajadores nacionales sean contratados para la mantención, construcción, etc., impactando en todo el entorno macroeconómico y sus distintos agentes: se requerirán trabajadores, implicará un ingreso de divisas y estimulará al resto de actividades relacionadas con las áreas de los servicios básicos, mineros y de infraestructura, como el transporte, alimentación y el mercado del trabajo, subsecuentemente.
Lo mismo si queremos industrializar el país: se requiere dinero -y divisas- para ello, pues hoy no existe NI la infraestructura NI los trabajadores -técnicos, profesionales- calificados para llenar esas industrias; por lo que se requiere un primer impulso monetario, que bien podría dar un Estado como el chino, evitando el empobrecimiento de la economía y la horrible inflación, mal al que siempre se debe hacer frente, independiente cual sea la fórmula, diseño o sistema económico en funcionamiento.
Abstract: Invasion! The news of China's participation in the acquisition of Compañía General de Electricidad S.A. (CGE), previously in the hands of Spanish capitals, fell like a bomb. "Social networks burned", brainy analysts exposed on open television the dangers of this economic offensive, that communism intended to invade the bulwark of freedom and democracy (sic), that this was an offense to our sovereignty or that it would bring detrimental consequences for the economy, generally without specifying or estimating which ones or at what level. And it is that there cannot be greater hypocrisy and greater falsification of data, in what we could consider a kind of Sinophobia, along with myopia and evident geopolitical and economic ignorance.
Referencias (por orden de utilización)
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Jacques, M. (2010) Entendiendo el ascenso de China [Archivo de video] TED.com https://www.ted.com/talks/martin_jacques_understanding_the_rise_of_china?language=es
Weiwei, Zhang (2011) The China Wave: Rise of a Civilizational State. World Century Publishing Corporation
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Portafolio (2019, 08 de marzo) China, India y el ascenso del ‘Estado civilización’. https://www.portafolio.co/internacional/china-india-y-el-ascenso-del-estado-civilizacion-527258
Specia, M. (2018, 21 de noviembre) Cuatro claves sobre la transformación de China. The New York Times [en español]. https://www.nytimes.com/es/2018/11/21/espanol/economia-china.html
SUBREI (2020) Informe Mensual del Comercio Exterior de Chile. Enero-noviembre 2020. Subsecretaría de Relaciones Económicas Internacionales de Chile. https://www.subrei.gob.cl/docs/default-source/estudios-y-documentos/minuta-mensual/informe-mensual-de-comercio-exterior-noviembre-2020.pdf?sfvrsn=31e4b092_1
Reyes, F. (2020, 10 de noviembre) Chile-China: itinerario de 50 años para vencer la distancia. Observatorio de la Política China. https://politica-china.org/areas/politica-exterior/chile-china-itinerario-de-50-anos-para-vencer-la-distancia
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