Estos dos últimos años, marcados por los seguidos procesos electorales y el trasfondo de la pandemia, parecen haber embriagado a algunos según los buenos o malos resultados. Se pasa por alto, ex profeso o no, que en octubre de 2019 se abrió un proceso que, guste o no, sigue su curso. Sin embargo, la charada de la teleserie “Democracia Chilena” sigue firme en cartelera… se nos viene el episodio “Elecciones Presidenciales y Parlamentarias”, el próximo 21 de noviembre y los partidos continúan obrando según el guión caduco.
En este contexto, las AFP de la política, es decir los Partidos Políticos, tienen el monopolio de la “representación” ciudadana y adquieren para si los “beneficios” de ejecutar decisiones de soberanía en los actos de gobierno y de legislación que terminan favoreciendo intereses de privados en desmedro del interés nacional.
En otras palabras, los partidos políticos tienen la “concesión” exclusiva de la voluntad soberana de los ciudadanos y como tal, la concesión, la colocan en el mercado de los intereses económicos y financieros, tanto a nivel nacional e internacional para, en forma ilegítima, legalizar por leyes y/o actos administrativos, acciones que van en desmedro de la comunidad nacional. La corrupción tiene un origen estructural en el mismo Estado de Chile y un fortalecimiento en la esencia constitucional neoliberal actual.
Esta “graciosa” concesión para arrogarse la representación de la soberanía ciudadana, que la constitución neoliberal entrega a los partidos políticos, no hace otra cosa que romper con el principio democrático fundamental de que los “actos de gobernar y legislar” son una expresión genuina de la voluntad de la mayoría ciudadana y que, para ello, se debe permitir y cautelar el derecho de los individuos a participar en elecciones de integrantes del ejecutivo y el legislativo por medio de organizaciones que les representen y que no necesariamente sean los partidos políticos. Vale decir: los independientes, que son el 98,8% de los ciudadanos, tienen el derecho democrático a formar, a lo menos, “listas” para presentar candidaturas.
La realidad nos dice que menos del 1,2 % de los chilenos pertenecen a algún partido político[1], eso siempre y cuando sus registros fuesen absolutamente fidedignos. Así y todo, pese a su ínfima “representatividad”, asumen en exclusiva el derecho a “designar”, desde entre sus esmirriadas filas, los candidatos por los cuales el resto de los chilenos deben votar; podríamos decir entonces que 12 chilenos le imponen su voluntad e intereses a otros 1.000 chilenos. Pero tampoco es tan así, ello porque en los partidos políticos el 90% de sus “socios” no son más que miembros de número y la adopción de decisiones las realiza una camarilla (Briones y Bosselin, 2017). Esa misma que ha generado la “casta política chilena” que está al servicio de una oligarquía apátrida y amoral (Carvajal y Figueroa, 2015).
Son esos cerca de 20.000 “actores políticos” los que “manejan” las estructuras del Estado chileno y la república desde “puestos de mando” claves en el ejecutivo, legislativo, judicial, ministerio público, municipios, medios de comunicación, universidades, organizaciones sociales y culturales (Moya et al, 2021). Son la médula misma de la gran familia de la corrupción en Chile. Esos mismos “familiares” que se ven repetidos hasta el cansancio en los matinales y programas “de opinión” en la TV y radios, justificando lo injustificable mientras “le condicionan” la mente y la voluntad a los ingenuos de siempre.
En la práctica, para los partidos políticos las “elecciones” no son más que un torneo en el cual se dirime el derecho a ser el “sirviente favorito” de la oligarquía que ejerce el verdadero poder tras las bambalinas: las familias más ricas de Chile y sus grupos económicos. El voto ciudadano no tiene otro fin que “legitimar” la corrupción del sistema bajo el manto sagrado de una supuesta democracia cuando en verdad vivimos en una “partitocracia” … el gobierno de los partidos, por los partidos y para los “amos” de ellos: los dueños de los grupos económicos.
Los ciudadanos tuvieron su oportunidad del retiro del 10% de sus fondos de pensiones, de su soberanía popular con ocasión de la elección de los constituyentes que harán la nueva Constitución de la República, pudieron organizarse como independientes en listas de candidatos que no respondían a los partidos políticos tradicionales quienes, en un acto de jolgorio democrático, lo aceptaron como un mal menor y con la convicción de que sus propias listas arrasarían en los resultados… todo un experimento de buena voluntad. Pero el “experimento” salió mal y los partidos tuvieron una derrota estrepitosa y vergonzosa (Montes, 2021), solo superada por la de los EEUU en Afganistán.
Ante tal fracaso y llegado el pánico de que “su majestad” el ciudadano gobierne, los “dueños de Chile” instruyeron a sus condotieros y se le negó en el parlamento la posibilidad que los mismos pudiesen presentar “listas independientes” de los partidos políticos para el próximo proceso eleccionario, vale decir: que su “majestad” el pueblo reine… pero no gobierne (Senado, 2021). Eso porque “gobernar” la nación es un acto de supra responsabilidad a la que deben acceder las personas más preparadas, las más doctas, con mayor sentido de servicio público y probidad, las que no buscan el beneficio ni el enriquecimiento personal, las personas que anteponen el interés de la nación por sobre el propio y el de los poderosos, los que no trasgreden las leyes ni legislan o gobiernan favoreciendo los intereses de unos pocos, los que son intachables en su conducta, moralmente los mejores y blindados al lobby y la corrupción… y esos, esos individuos están en los partidos políticos, son la primera reserva moral de la patria.
Así dadas las cosas, a su majestad el pueblo no le queda otra cosa que ejercer su soberana potestad cada cuatro años para elegir a los visires y cancilleres entre el listado de intachables individuos que le presentan los que regentan los partidos políticos a nombre de la todopoderosa oligarquía… o en su defecto, buscar dentro de si la razón de su sinrazón de aceptar tal estupidez y vejación de sus derechos inalienables.
Esa búsqueda lleva a los individuos a confrontar su personal realidad con la realidad externa y… ¡oh sorpresa, descubren la realidad concreta!
La conciencia ya no es la que le manejan e inducen a tener y, ahora, en un ejercicio cognitivo propio, surge de entre las ruinas de los viejos esquemas mentales su “auto conciencia”, la misma que al decir del viejo Hegel (1966): se auto repele de sí misma.
Aquella auto conciencia que busca un nuevo sentido para su existencia en la forja de una nueva cultura, una cultura que exprese y posibilite el desarrollo de los individuos más allá de los simples límites materiales que tienen los que se sienten amos y señores y los que se aceptan como lacayos y esclavos… esa autoconciencia que se rebela y estalla rompiendo la burbuja de la falsa paz de una falsa democracia, la que inicia el duro y azaroso camino del cambio de lo viejo por algo nuevo, el inicio de una revolución por un mundo más justo y solidario. Estás despierto cuando estás consciente… y Chile despertó.
Abstract: These last two years, marked by the continued electoral processes and the background of the pandemic, seem to have intoxicated some according to the good or bad results. It seems to be overlooked that a process was opened in October 2019 that, like it or not, is continuing. However, the charade of the television series "Chilean Democracy" is still on the billboard ... the episode "Presidential and Parliamentary Elections" is coming to us on November 21, and the parties continue to act according to the outdated script.
Palabras clave: crisis representativa, democracia de partidos, partitocracia, elecciones presidenciales de 2021, revolución en Chile
Notas y referencias (por orden de utilización)
[1] SERVEL, “Estadísticas de partidos políticos”. Disponible en: https://www.servel.cl/estadisticas-de-partidos-politicos/. Consultado el 01 de septiembre de 2021.
Briones, Ramón & Bosselin, Hernán. (2017, 10 de marzo). El drama de los partidos políticos. El Mostrador. https://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2017/03/10/el-drama-de-los-partidos-politicos/
Carvajal, Víctor & Figueroa, Juan Pablo. (2015, 29 de abril). Partidos políticos: las cifras y malas prácticas que gatillaron su peor crisis. CIPER Chile. https://www.ciperchile.cl/2015/04/29/partidos-politicos-las-cifras-y-malas-practicas-que-gatillaron-su-peor-crisis/
Moya Díaz, Emilio, Jaramillo Brun, Nathalie, Parada Zamora, Damaris, & Cereceda Pérez, Nicol. (2021). Patronazgo en La Araucanía: partidos políticos y parlamentarios en la disputa por las designaciones políticas. Polis (Santiago), 20 (59), 223-245. https://dx.doi.org/10.32735/s0718-6568/2021-n59-1464
Montes, Rocío. (2021, 17 de mayo). Los chilenos castigan a los partidos políticos en sus elecciones constituyentes. El País. https://elpais.com/internacional/2021-05-16/chile-comienza-a-contar-los-votos-con-la-gran-incognita-de-los-datos-de-participacion.html
Senado (2021, 29 de julio). Sala deberá pronunciarse sobre proyecto que permite formar listas electorales entre independientes. Senado. https://www.senado.cl/noticias/elecciones/sala-debera-pronunciarse-sobre-proyecto-que-permite-formar-listas
Hegel, Georg. (1966). Fenomenología del espíritu. FCE.